miércoles, 17 de marzo de 2010

Como fiera enjaulada en los dominios del Tunari.

Autor: Sara Amestégui

“El mundo ha cambiado. Lo siento en el agua.
Lo siento en la tierra. Lo siento en el aire.
Mucho de lo que antes era, esta perdido,
porque ahora nadie vive para recordarlo”.
Galadriel de midle earth en el Señor de los anillos.

Estamos condenados a un constante traslado. Somos peregrinos en un hogar de inextinguibles vuelcos. Como Mercedes Sosa cantaría “cambia... todo cambia”. Y en ese constante cambio, preciso para no extraviarnos, es recordar. Como una labor de reivindicación social se debe recordar aquellas luchas y sacrificios que resultaron en los beneficios de hoy.

Un impedimento para entender el pensamiento de cualquier autor, es ubicar su obra dentro de un contexto que no precisamente fue el suyo. Esto deriva en una doble injusticia. El autor resulta ser amoldado a parámetros que no comprendieron su entorno y sus verdaderas luchas. Y mas catastrófico aun, este tipo de análisis no permite apreciar aquello que en otras épocas pudo ser extraordinario...pudo ser revolucionario. La obra de Zamudio, por ejemplo, fue precisamente eso. Para Rossells “La Zamudio es el gran personaje femenino literario de la otra mitad del siglo e incluso aun mas allá” (1875:78).

Quizás en la actualidad no parece del todo espectacular, escuchar acerca de una mujer escritora, o vivenciar un liderazgo femenino. Tampoco se considera todo un escándalo el quedarse soltera o cuestionar a la iglesia, hasta parecerían sucesos normales y cotidianos. Pero la Cochabamba de hoy, no tiene mucho en común con la del siglo XIX.

Como el titulo de este articulo lo indica, la inconformidad fue uno de los rasgos que caracterizaron la obra y vida de Zamudio. Pero no podríamos apreciarla ni comprenderla sin antes sumergirse (por solo un momento, claro) en el espíritu de aquella época. Lo que se propone entonces es conocer la obra de esta autora bajo el lente de aquella época (es decir la sociedad boliviana de finales del siglo XIX).
.
Pero antes...una aclaración:

¡ZAMUDIO NACIO EN COCHAMBA!

Desde hace varios años, circula cierto disparate. Según algunas fuentes Zamudio nació en La Paz y después por negocios de la familia se traslado a Cochabamba. Sin el afán de fomentar regionalismos, pero con la misión de hacer justicia, preciso desmentir dicho rumor. Según manuscrito de su padre Adolfo Zamudio, Paz Juana Placida Adela Rafaela Zamudio Ribero nació en Cochabamba el miércoles 11 de octubre de 1854 a las cinco menos cuarto de la mañana .

Pero dejemos que la misma Adela defienda su procedencia. En una carta a su buen amigo Alcides Arguedas, ella describe sus datos biográficos.
“En cuanto a mi biografía, puede reducirse a tres reglones: Nací en Cochabamba, creo que el 55 o 56. No tengo mi fe de edad. He pasado mi juventud a la cabecera de una madre enferma y mi edad madura como mi vejez, luchando penosamente por la vida...”

Ahora si...

“Esa flor sin el sol de primavera”
El realismo narrativo de Zamudio.

Zamudio pasó gran parte de su niñez en áreas rurales del país, en constante complicidad con la naturaleza. “De la mano del padre, la familia Zamudio transitó de Corocoro a Caracato en La Paz y después a Pairumani, Suticollo, Viloma, Pujru y Corani, para finalmente fijar la nueva y definitiva residencia en la ciudad de Cochabamba” (Cajías 1980: 24).Este hecho influenció su obra de dos maneras: forjó una personalidad contemplativa, atenta a todo designio de la naturaleza y le permitió tener al menos cierto contacto con la realidad del campesinado del altiplano y del valle.

El siglo XIX, puede ser resumido en la historia boliviana, como el choque entre el colonialismo y la modernización. Según el historiador Broke Larson se caracterizó por los constantes episodios de violencia política, esto se debía a que “los incipientes valores burgueses no podían reemplazar fácilmente a los hábitos coloniales” (2002: 147.)Estos hábitos coloniales, daban la potestad a cualquier criollo para explotar a los indígenas que habitaban tierras comunales. La mita utilizada por los españoles, para el trabajo gratuito y obligatorio, se había convertido en el pongueaje, legitimizado en ese entonces por el Estado . Este dato es importante para entender el apoyo que le da Zamudio al partido liberal, años mas tarde.

Así es como la pluma de Zamudio, incursiona a menudo en el realismo narrativo. En muchos de sus escritos el lector puede apreciar, la habilidad con la que Zamudio fusiona la belleza y el cambio de la naturaleza con los fluctuantes sentimientos humanos.

¡Que repentino cambio de estaciones!
Destructora y tristisima mudanza
Así deben quedar los corazones
Cuando la edad agosta su esperanza
1 acaba de apreciar una de las estrofas del poema
Otoño. Poema con el cual abre su primer libro “ensayos poético” (Buenos Aires 1887).

Características similares, con una fuerte tendencia descriptiva, se pueden encontrar en sus poemas “El misionero”, “Solo en el mundo” y “La loca de Hierro”.
Su interés por la naturaleza también la llevo a incursionar en la botánica. Se puede apreciar mucho de estos conocimientos en sus cuentos “El diablo químico” y “vértigo”.

Pero Zamudio no se limitó a usar su pluma para describir aquellos paisajes rurales que conmovían su alma. Su lectura de la realidad siempre supo ir más allá de las apariencias.


“¿Para ello que te ha bastado?”
Punzadas al ego masculino.

Ser mujer en el siglo XIX significaba estar a merced de caprichos masculinos. Si la modernidad planteaba la “libertad, fraternidad e igualdad” para el hombre, para la mujer significaba “culpa, expiación y redención”. Como lo explica Russels “En el nombre de la modernidad, se fortalece la sociedad patriarcal y androcentrica del Derecho Castellano que toma al varón como modelo de lo humano y cuyas necesidades deben ser legisladas. Las mujeres tienen el rol complementario y subordinado”( 1875: 33).

¿Subordinado en que sentido?
Influenciados por pensadores de la revolución francesa, los flamantes líderes criollos lograron justificar “racionalmente” la inferioridad femenina. Por ejemplo Rousseau, uno de los pensadores más influyentes en la fundación de las naciones americanas, reitera en sus escritos la posición del ser masculino como individuo netamente político, y el ser femenino como entidad biológica que reproduce y protege a la especie (Cfr. Russels 1875:66).

Por consiguiente a lo largo todo el siglo XIX, la mujer no tenia goce de ningún tipo de derecho civil o político. La misma legislación lo decía (Art. 131 - Código Civil 1831). Al no poseer las habilidades políticas de los hombres, todos los bienes y acciones de la mujer eran potestad de su padre, y cuando esta se casaba pasaban a ser de su marido. (Art.134).

¿Un rol complementario en que sentido?
Pero la dominación no sólo se perpetuaba dentro de la legislación, sino que se operacional izaba con la “moral católica” de la época. El “prototipo mariano” reinaba. Los deberes de la mujer en la sociedad y el hogar eran ampliamente detallados en una serie de manuales, escritos obviamente por hombres, que se pusieron de moda .

La educación para las mujeres era muy escasa. El censo de Dalance de 1864, apenas menciona 4 colegios de niñas, con solamente 68 alumnas en todo el país La escasez de oportunidades, los dogmas inquisitivos de la iglesia y su vitalidad enclaustrada explican la desilusión, soledad y desesperanza presentes en los escritos de Zamudio, desde su juventud.

Yo también siento el corazón helado
Aunque es joven mi frente todavía.

“Soledad”, seudónimo elegido por su madre, expresa muy bien el sentimiento que la acompaña toda su vida. Su formación, por ejemplo, fue autodidacta. Solía pasar largas horas en la pequeña biblioteca de la familia. Ahí se familiarizó con la lectura de clásicos como Dante, Cervantes, Shakespeare y Milton. Con realistas como Flaubert, Sor Juana Inés de La Cruz, Lope de Vega, Balzac y otros. De aquellas horas de lectura, nace una profunda inclinación por la palabra escrita y su capacidad por trascender territorio, época y pensamiento.

Para Zamudio su pluma afilada significó el medio más eficaz para hacerse escuchar. Así presentó su inconformidad ante un medio que no le permitía votar, trabajar, ni participar de la vida civil y reducía su propósito a la reproducción y protección del hogar. Ante semejante panorama, surge uno de sus poemas más controversiales y conocidos. Nacer hombre; epigrama, que con punzante ironía, denuncia todos sus malestares.

Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero el se puede vengar
(Permitidme que me asombre)
En un caso semejante
Hasta puede matar él
¡Porque es hombre!

¡Oh mortal!
¡Oh mortal privilegiado,
que de perfecto cabal
gozas seguro renombre!
Para ello, ¿qué te ha bastado?
Nacer hombre.

Aunque le costaron una serie de reclamos y amonestaciones verbales; con la iglesia, la sociedad y en especial con las mujeres de su circulo social. Los escritos de Zamudio significaron uno de los primeros pasos, hacia la lucha por los derechos de la mujer. Como Beatriz Rossells lo indica “El siglo XIX (...) Para la población femenina, de una ausencia total en las primeras décadas, se pasa a una presencia, escasa pero continuada y representativa, hacia fines del siglo. Esta participación puede ser considerada como un intento de sobrepasar los limites discriminatorios establecidos en contra del derecho de expresión de las mujeres...” (1875: 84)



El Quo Vadis?

Para García Pabón: “Donde mejor se ve el tono de su crítica social-a un pueblo chico, conservador y tradicional como era la ciudad de Cochabamba a principios de siglo-es en su mirada a la iglesia, quizás la institución con la que tuvo mayores desacuerdos en su vida”(2007:6). Concuerdo con Pabón, y estimó que estos desacuerdos se hicieron aun más visibles con el pleito público (que llegó a tener alcance nacional) que tuvo con el Fray Pierini, franciscano nacido en Italia, que residió en Cochabamba por varios años .

En 1905, Adela asumió la dirección de la Escuela Fiscal de Señoritas. Puesto que le dio la oportunidad de expresar su inconformidad con la iglesia Católica, al instituir la escuela como Laica. Naturalmente este hecho no fue del agrado de la “liga de señoras católicas”, que contundentemente sostenían que “las escuelas laicas eran preparadoras de una generación de criminales” . Junto a su líder Fray Pierini, decidieron fundar una clase superior para señoritas a la que ingresaron por puro “fervor religioso” doscientas (muchas de ellas lindaban los 38 años). Para financiar dicha clase, la liga organiza un “Gran concierto Estudiantil”. En el muy conocido, teatro Achá, un sábado 13 de septiembre 1913, niñitos de 5 y 6 años representar escenas de “La Mascota” de Audan, de ”La viuda alegre” de Lehar y “La gran Via” de Chueca y Valverde. Obras cuyo contenido requería de un público adulto.

Días después, en un artículo titulado “Reflexiones” , publicado en El Heraldo de Cochabamba, Zamudio presenta su punto de vista ante dicha presentación.

“El fin no justifica los medios, y además, tan evidente es, y tan visible la contradicción que al menos avisado se le viene en mientes esta pregunta: Si esa clase se fundó para moralizar a la niñez, ¿por qué para sostenerla se desmoraliza a la niñez?”

Dicho artículo recibe la respuesta de Fray Pierri en el periódico conservador “El ferrocarril” . Y se convierte en la chispa para una serie de artículos publicados a lo largo del país, polarizados entre los que definían la opinión de Zamudio y los precursores de la moral católica. El alcance de este pleito se debe principalmente a la tención política, entre conservadores y liberales, que existía en el país. El gobierno de don Heliodoro Villazón, de tendencia más bien liberal, había agitado al tradicionalismo con la institución del matrimonio civil y al decretar la educación laica.

Un esclarecedor resumen, para entender la posición de Zamudio ante la iglesia y su sede, es su poema Quo Vadis.

Inclino ante El mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:

¿A dónde vas, Señor?


La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.















Como lo expresa Pabón, los problemas de Zamudio con la iglesia no presenta una incomodidad con la fe Cristiana, sino el rechazo a la hipocresía que rodeaba sus manifestaciones públicas (Cfr. 2007:7). Al parecer fue tal el disgusto de la “liga de Señoras Católicas” que mandaron una copia del poema y una carta de reclamo, a las oficinas del Papa en el Vaticano.


Juventud divino tesoro
¡Ya te vas para no volver!

Todavía faltan muchos detalles que contar y reflexionar acerca de Zamudio, como su incursión en la subjetividad femenina con Intimas, su peculiar visión acerca del matrimonio, su amistad con los intelectuales de la época, su aporte a la pedagogía nacional y su coronación y nombramiento como mantenedora de los Juegos Florales… al parecer un solo artículo no basta.

Pero a manera de epilogo: Una de las lecciones, que Zamudio tiene para darnos, es que supo superar la esclavitud de la ortodoxia, al cultivar su propio pensamiento. También supo reconocer el poder de la palabra escrita para trascender estructuras sociales y cuestionarlas.
En una sociedad todavía cargada de estigmas (ya sean políticos de clase o religiosos), pertinente, para esta generación, recordar el valor de lo escrito para la emergencia de nuevas propuestas. Y pertinente también recurrir a la inspiración de autores que supieron cómo hacerlo. En palabras de Zamudio…

Vuelo a morar en ignorada estrella
Libre del suplicio de la vida
Allá os espero: hasta seguir mi huella
Lloradme ausente pero no perdida.


La yapita.
Ruego al lector no estancarse con esta estrecha visión. En todo caso le aconsejo ir a la fuente que produjo todos estos comentarios. La obra de Zamudio incluye una lista de preciosos y controversiales poemas, una novela acerca el sique femenino (útil también para varones) y una cuidadosa selección de cuentos que narran cabalmente los errores y colores de la Cochabamba del siglo XIX. A continuación un pequeño mapa que espero le guie a conocer estas obras.
















Bibliografía:
Zamudio, Adela
2007 Intimas.
La Paz, Plural.
Guzman, Augusto
1972 Biografia de una mujer ilustre.
La Paz, Editorial Juventud.
Cajias de Villa Gomez, Dora
1996 Transgresora de su tiempo.
La Paz: Ministerio de Desarrollo Humano.
Ocampo Moscoso, Eduardo.
1977 Personalidad y obra de doña Adela Zamudio
Cochabamba: Alcaldía Municipal.
Taborga de Villarroel, Gabriela.
1981 La verdadera Adela Zamudio
Cochabamba, Editorial Canelas.
Rossells, Beatriz
1897 Las mujeres. En la historia de Bolivia.
Chuquisaca, Antropos.
Larson Brooke
2002 Indigenas, elites y Estado en la formación de las repúblicas andinas.
Pontificia Universidad Catolica del Peru- Fonfo Editorial.

lunes, 15 de marzo de 2010

De la contemplación y el estallido

Autor: Xavier Jordán A.
“Pero, aún así, ese pozo seco es siempre
el más hondo de todo el Chaco.”
(Augusto Céspedes)


“El valor cultual de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana” (Walter Benjamín, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica)

La secuencia fotográfica que propone este texto fue disparada por Rodolfo Torrico, el “turi”, durante la Guerra del Chaco.

Uno: A campo abierto y de rodillas, dos soldados bolivianos dan lo que sería su último rezo. Capellán de la tropa y verdugo flanquean a los condenados. Un pañuelo blanco cuelga de la mano de quien vendará los ojos de sus camaradas desertores. El Chaco envuelve su manto de calor y de selva minutos antes de producirse un próximo estallido. Cuando Benjamín explica el valor “cultual” (entiéndase cultural) de la fotografía a partir de la inmortalización del rostro como el principio fundamental de la memoria, enfrentarnos a una imagen como esta nos desplaza del campo de la razón al de la más pura experiencia sensorial (Sensorium según el alemán) y nos deja perplejos en su concepto de reproductibilidad. ¿Cuál es el “recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos” que inmortaliza el “turista” fotógrafo?. El instante que precede a la muerte, diría Borges, y con ello la perpetuación ya no de unos seres sino de un angustioso sentimiento. La muerte de los soldados ha sido congelada como hecho, si, pero sobre todo como sensorium, es decir como experiencia emocional.

“Con Atget comienzan las placas fotográficas a convertirse en pruebas en el proceso histórico. Y así es como se forma su secreta significación histórica. Exigen una percepción en un sentido determinado. La contemplación de vuelos propios no resulta muy adecuada. Puesto que inquietan hasta tal punto a quien las mira, que para ir hacia ellas siente tener que buscar un determinado camino.” (Walter Benjamín, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica)

Dos: Vistos desde un plano abierto, los soldados se preparan para su funesta tarea. Acá los rostros han sido cercenados con lo cual el “turi” sustituye la función recordatoria de la fotografía para expresar la “inquietud” de la que habla Benjamín. Lo único que está frente a nosotros, perceptores, son los condenados. Sin embargo están muy lejos de la representación emotiva, no se los precisa emocionalmente. El resto nos da la espalda, no contemplamos ya la sensorialidad del retratado sino que se nos presenta una suerte de camino perceptivo hacia el entendimiento del vacío que supone un fusilamiento. Esa es la “secreta significación histórica” de la imagen que nos condena irremediablemente a “buscar un determinado camino”. El inquietante camino hacia la muerte.

“Se trata de mirar más de cerca. Disipación y recogimiento se contraponen hasta tal punto que permiten la fórmula siguiente: quien se recoge ante una obra de arte, se sumerge en ella; se adentra en esa obra” (Walter Benjamín, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica)

Tres: Fuego¡¡¡ La fotografía es casi un sonido. Es el estruendo que agita la selva. El humo que escupen los fusiles por encima de la muerte. Todo el recogimiento que Benjamín exalta en la contemplación artística está presente en este pelotón de fusilamiento. La representación histórica, el encadenamiento emocional del momento congelado y el sumergimiento pleno de la percepción artística se fusionan en el momento exacto en que el arma del fotógrafo ha sido disparada. Dos personajes aislados completan la agonía. Quien comanda a la tropa presencia impávido el horror ¿Qué pensamientos atraviesan ya su oficio? Más allá, un solitario personaje deja caer en su postura todo el universo de un ingrato deber que lo acompaña.

“A pesar de toda la habilidad del fotógrafo y por muy calculada que esté la actitud de su modelo, el espectador se siente irresistiblemente forzado a buscar en la fotografía la chispita minúscula de azar, de aquí y ahora, con que la realidad ha chamuscado por así decirlo su carácter de imagen” (Walter Benjamín, Pequeña historia de la fotografía)

Cuatro: La contemplación del cadáver es la más pura visión de la muerte. Todos los rostros aquí son uno y vuelve Torrico a plantear la perpetuación de la memoria. La sensorialidad se multiplica en esa tropa que acompaña el ingrato deseo de no ser y la “chispita minúscula de azar” que nos compone como espectadores, se detiene en cada uno de esos rostros y de esas múltiples angustias que son el todo fotográfico. El valor cultual de esta secuencia es, por consiguiente, la posibilidad de entender el hecho no desde lo que pasa sino desde cómo se vive y se siente. Torrico no dispara al azar para reflejar la maleza, el tronco, el cadáver… sino para componer el mundo sensorial que habita en esos seres que son todos y ninguno. Inmortalización de la memoria de quienes se vieron forzados a sucumbir en el pozo profundo de esa guerra.


Publicado por:
Revista de ciencias sociales "AVATARES"
Nº 2 "Pensamiento intelectual surgido en Cochabamba"
Septiembre 2009

viernes, 12 de marzo de 2010

Rodolfo Torrico: la historia retratada con luz y sombra

Autor: Jorge Milton Delgado Saravia

Una casualidad inobjetable marca la confección de este artículo. Son las 4 de la mañana del día 28 de agosto del 2009, y al revisar los datos biográficos de Rodolfo Torrico Zamudio, el gran fotógrafo cochabambino que ha reproducido con luz y sombra el más notorio referente gráfico de la historia regional y nacional en la primera mitad del siglo XX, encontramos que su vida comenzó el 29 de agosto de 1890. Es decir que estas letras y palabras son escritas en la víspera del natalicio número 119 del famoso “Turista Torrico”.

Su padre fue el médico cirujano Adán Torrico Cortez, y su madre doña Amalia Zamudio Ribero. A sus 12 años, la muerte de Amalia llevó a Rodolfo y a sus hermanas Carolina e Isolina a conocer el cariño, la protección y tutela de su tía, la poetiza Adela Zamudio.

Sin duda, la influencia de Adela Zamudio se refleja en la obra fotográfica del Turista. A principios de los años 20, ella escribió:
“Escondida en el corazón de la América del Sur, Bolivia, en sus producciones naturales, guarda tesoros ignorados de los cuales apenas se dan cuenta los mismos bolivianos. La inmensidad de su territorio, su topografía, generalmente escabrosa, y la falta de líneas férreas que comuniquen unas con otras sus dilatadas comarcas, hacen que los habitantes de de sus centros de población vivan ajenos a las riquezas y esplendores de sus regiones poco exploradas”.

Y haciendo referencia a la ya extensa obra de su sobrino: “Un viajero solitario, amante apasionado de la naturaleza, la ha recorrido a pesar de todo, sin más auxilio y equipaje que un abrigo y una máquina fotográfica sujetos al hombro. Desde su lago histórico, dormido en una porción de la extensa meseta andina, al pie de los colosos de la Cordillera, hasta sus ríos navegables, tributarios del Amazonas y del Plata, lo ha visto todo y todo ha sido reproducido en el objetivo de su pequeño aparato."

Las fotografías de Torrico están contenidas en dos obras que constituyen las publicaciones más nítidas, hasta ahora, de su trabajo: el Album del Centenario de la República, publicado en 1925, y el álbum “Bolivia Pintoresca”, editado por The University Society, de Nueva York, el año 1926.

El investigador e historiador norteamericano Daniel Buck, en su libro Pioneer Photography in Bolivia: Directory of Daguerreotypists & Photographers, 1840s-1930s, asegura que los archives gráficos de Torrico Zamudio lo sitúan como el más extenso en Bolivia, pertenecientes a un solo fotógrafo. Dicha obra, que fácilmente contiene más de 4.000 imágenes en negativos y copias en papel que forman varios álbumes, han comenzado ser difundidos por la Fundación Torrico Zamudio.

El “Turista” realizó cientos, sino miles de viajes a lo largo de su vida, como caminante aventurero llegó a la cima del Tunari cuando tenía poco más de 20 años. Registró miles de imágenes sobre la vida urbana de Cochabamba, a principios del siglo XX. Acontecimientos públicos y retratos familiares, así como paisajes y vida cotidiana conforman un legado gráfico que apenas en una mínima expresión ha sido conocido y difundido hasta ahora.

Participó en la Guerra del Chaco, enrolado en la campaña en dos oportunidades. De ahí que sus fotografías sobre acontecimientos del conflicto bélico constituyen un capítulo de enorme riqueza histórica y emotiva de ese hito de la memoria nacional. Al ser empleado por la empresa de Luz y Fuerza Eléctrica de Cochabamba, entre 1921 y 1954 pudo documentar en vasta abundancia distintos episodios de la historia regional, desde los tranvías, el inicio de la luz eléctrica en la ciudad, los primeros vuelos para el estudio de las instalaciones de la red de energía, la construcción de caminos…

Retrató el inicio de la aeronavegación en Bolivia, y acompañó en cientos de vuelos, a las tripulaciones que inauguraban rutas aéreas al oriente boliviano, principalmente al Beni. Como voluntario, participó en muchas situaciones adversas y de desastres humanos, como inundaciones, incendios y accidentes, tal el caso del avión Oriente. Al mismo tiempo que con su cámara retrató escenas tan vitales para la memoria colectiva regional, como el momento en el que el Cóndor de la Plaza 14 de septiembre, es instalado sobre la columna de los héroes, un ícono central de la identidad urbana cochabambina, así como el momento de la instalación del primer Tranvía frente al Actual Concejo Municipal así como la llegada de la locomotora a la Ciudad. Retrató también, el primer accidente de un tranvía, ocurrido en plena plaza principal. Eternizó el momento en el que por primera vez la luz eléctrica se instalaba en la noche de Cochabamba, justo el día en el que su tía Adela Zamudio, era laureada y homenajeada por el presidente Herndo Siles en 1926.

El estudio académico de la fotografía en la historia

Asegura el investigador paceño Gabriel Mariaca: “En los espacios académicos bolivianos se encuentran escasos trabajos referidos a la fotografía. Casi todos limitan su objeto de estudio al fenómeno de la fotografía de prensa, es decir, al fenómeno de la comunicación y los medios. Pero no hay ninguno que trate el tema de la fotografía en sí misma que nos permita vislumbrar sus aportes, sus caminos, su desarrollo”.

Tenemos todavía una deuda pendiente en la recuperación de archivos, su clasificación y estudio desde distintas disciplinas. Fueron Humboldt, Squier o Dorbigny aquellos exploradores anteriores al uso de la fotografía los que iniciaron una mirada que marcarían una visión gráfica de esta parte del mundo. Grumbkow, Nordeskjiold, Fawcett, Posnansky, Ahlfeld, Bennet, Orton, Kirchhof, Gertsmann, Manning, Ertl, para nombrar a unos pocos de más de una centena de exploradores, geógrafos, antropólogos, fotógrafos, naturalistas, ya con cámara en mano, construyeron ese imaginario icónico de Bolivia con una fuerte tendencia hacia lo indígena, lo natural, lo diverso, a aquello que consideraron como lo auténtico, lo diferente con respecto a sus países, o simplemente el retrato urbano de la vida cotidiana.

La obra de estos exploradores-fotógrafos marcó a fuego el carácter de la fotografía boliviana, que perdura aún hoy. Torrico Zamudio, a principios de siglo XX, es uno de los más claros exponentes de esta corriente documentalista. Daniel Buck, radicado en Washington D.C es sin duda, el que mayor información ha reunido acerca de nuestra fotografía. Buck tiene publicado en internet un directorio de daguerrotipistas y fotógrafos extranjeros y bolivianos con cerca de 350 nombres y más de 70 referencias bibliográficas que dan noticias sobre la fotografía boliviana, además tiene varios artículos publicados desde 1994 hasta el 2000. A través de Buck y de Teresa Gisbert, historiadora boliviana, se tiene conocimiento de los trabajos de Natalia Majluf, Adelma Benavente de Ramón Gutierrez y de Hernán Rodriguez Villegas.


Entre postales retratos y fotoreportajes

“En muchos casos la fotografía, como documento, ha sido marginal y aparece acompañando a textos antropológicos, históricos como simple ilustración. Sin embargo tiene potencia, y ésta radica en el hecho de que una foto carga mucha información de la vida cotidiana y de aspectos que no se ven en los textos escritos”, asegura el sociólogo cochabambino Walter Sánchez:

“Las tarjetas postales fueron definitivamente una forma de entretenimiento, tanto como para el que enviaba como para el que recibía. Entre los principales empresarios de tarjetas a principios del 1900, estuvieron: Luis D. Gismondi, José N. Piérola, Luis J. de Notta, los Hermanos Arnó, Biggemann y Companía, los Hermanos Palza, González y Medina, Emilio Amarós, Guillermo Schnorr, Victor Crespo y Rodolfo Torrico Zamudio. Los comerciantes de tarjetas postales eran muchas veces librerías y vendedores de suministros de papelería fotográfica. Algunos sólo publican las tarjetas, comprando las imágenes de fotógrafos. Otros, como Piérola y Gismondi, que tenían estudios en La Paz, combinaban sus habilidades fotográficas con publicación de tarjetas postales.

Rodolfo Torrico Zamudio, el Turista, viajó por los rincones más lejanos de Bolivia, desde el Altiplano Andino hasta las llanuras orientales, con un palo de madera en una mano y una cámara en la otra. Sus imágenes fueron publicadas por los Hermanos Arnó, editores de papel de escritorio y tarjetas con abundante reproducción en La Paz y Cochabamba. (Daniel Buck, Tarjetas Postales del Pasado Boliviano, 1999)


El fotoreportaje ha tenido y tiene representantes de envergadura. Pero antes de entrar en estas clasificaciones es necesario mencionar que otra de las características de nuestros fotógrafos, es que la necesidad de sobrevivir en un medio de condiciones laborales precarias para rubros como la fotografía, el oficio no constituye un trabajo altamente especializado o delimitado por géneros. Sus fronteras son versátiles pasando de la publicidad, al fotorreportaje, a la fotografía de eventos sociales, retrato y foto-arte, con una facilidad envidiable.

Tampoco se puede dejar de mencionar la influencia importante que recibió Bolivia a principios del XX de la que ahora se conoce como escuela cuzqueña. Antes que nacieran las grandes urbes, en las ciudades intermedias como Cuzco, Arequipa, Tupiza, Uyuni o Totora se abrieron una variedad de estudios fotográficos. En La Paz radicó durante cerca de una década el estudio de Max T. Vargas, Arequipeño y que estuvo activo en varias de estas pequeñas ciudades. Vargas es reconocido como el maestro de Martín Chambi, el fotógrafo más importante de los Andes. Vargas, Chambi, influenciaron decididamente en la obra de fotógrafos como Gismondi o Cordero.

Otra veta importante de la fotografía boliviana es la que se ha dedicado a valorar, rescatar y promocionar el turismo. Esta tradición que la iniciara Gismondi y Torrico Zamudio en la década de los 20 del siglo pasado junto a la Librería de los hermanos Arnó, seguida por Kavlin. Doménico Gismondi, Julio Cordero Castillo, Piérola o Rodolfo Torrico Zamudio a principios del siglo XX, que construyeron su obra basados en servicios de estudios fotográficos agregaron un ingrediente no intencional cuando retrataban a su clientela: la del testimonio de una época que hoy se constituye en documento gráfico similar al del fotorreportaje (Gabriel Mariaca, Feria del Libro, La Paz, 2006)

Anécdotas al azar

Entre algunas de sus facetas menos conocidas y anecdóticas, además de históricas figura la asignación, por parte del gobierno de Bolivia, a tareas de contra espionaje, en vísperas y durante la Guerra del Chaco.

Su perro, un chápi llamado Trapo, era un personaje especial de su vida y la de su familia. En una ocasión, según relatan sus descendientes, “El Turista” fotografiaba el cauce del Río Rocha, donde algunos niños se bañaban y divertían saltando al agua. Mientras tomaba fotografías fue abordado a ladridos y apapachos caninos por El Trapo, que acompañaba a sus dos sobrinos que se habían “chachado” del colegio. A pocos días, visitando a su hermana y sobrinos, les preguntó sobre lo que habían hecho en la jornada en la que, sin que ellos lo notasen, los retrató en pleno jolgorio en el Rocha, delatados en su presencia por el fiel Trapo. Los sobrinos intentaron dibujar una jornada tradicional de escuela, pero fueron fatal y pícaramente puestos en evidencia por la fotografía en la que lucían su esplendor de niños en las amables aguas del río.

Rodolfo Torrico murió el 5 de junio de 1955 y el día de su entierro, cuando el féretro era transportado por la calle Ayacucho por sus familiares, El Trapo decidió acompañar al Turi, según narra la memoria familiar, y se entregó a las ruedas de un camión, muriendo atropellado, el mismo día. “El Trapito era casi de la calle, conocía todo, se las sabía todas, y es muy difícil que lo hayan atropellado por accidente, él se ha suicidado, para acompañarle a su Turi”, dicen sus nietos.

Publicado por:
Revista de ciencias sociales "AVATARES"
Nº 2 "Pensamiento intelectual surgido en Cochabamba"
Septiembre 2009